Tiembla, aunque nadie parece advertirlo, estoy seguro que
tiembla.
La tierra se mueve bajo mis pies desde hace tanto tiempo;
tiembla si me ves, tiembla al escapar de los amantes, tiembla al pensar en
laberintos que siempre han estado ahí y que solo yo conozco. ¿Será posible que nadie se dé cuenta? ¿Que pueda ser mi percepción
tan ajena al resto del paisaje?
Ayer tomé tu mano, te regalé una sonrisa retrasada que nunca
viste llegar; otra vez el temblor, sismo impredecible que sacude el pensamiento que para el resto es invisible.
Deja que viajen tus palabras, deja que sean
aleteo, que sean murmullo mudo que golpee mis oídos para que sea solo yo el que
las oiga en medio de tanto ruido.
Si yo tiemblo, no hagas caso, no creo que sea suficiente para
que caigan las máscaras, esas que existen solo cuando rio, esas que vienen cuando vienen todos; esas que
dicen sí cuando la respuesta es no, esas que esconden mis ojos para no ser
descubiertos, esas que solo yo conozco.
Tiembla… no importa si nadie lo nota, ha temblado siempre, la
alarma sísmica no ha dejado de sonar,
cantos lejanos se perciben, risas lejanas se pueden escuchar, de pronto
mi nombre me sacude y tus ojos me vuelven a sentar en mi silla de persona
grande.
Acomodo mi vida, desarrugo mi ropa, apresuro mis pasos y entonces te contesto; no importa si no notas que me muevo, no
importa si no advierten que sigo intentando guardar el equilibrio.
Simplemente te abrazo, mientras tanto el temblor no acaba de
pasar.
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