SUEÑO DE CONCIENCIA

SUEÑO DE CONCIENCIA

Cuando la conciencia duerme, la ceguera del alma es manifiesta; es ahí cuando empieza a enfermarse nuestro entorno, es ahí cuando la esencia de la liga común de nuestras vidas empieza a palidecer de olvido, de falta de presencia, de desentendimiento, de muerte de buena vecindad y entonces el concepto “otras personas” se vuelve lengua muerta, cosa juzgada; epitafio vacío.
En que momento fuimos contagiados? ¿Que suerte de epidemia aqueja a la esencialmente buena naturaleza de la que presumiblemente estamos hechos? ¿Cuándo fue que cayó en cama la franca sonrisa de los niños que fuimos y que sin advertencia alguna, fue tomada por asalto por los años que desgraciadamente todo olvidan?
Si la conciencia duerme, la sonrisa también se esta enfermando, entonces el cuerpo deja de sentir; deja de sentir que está rodeado, rodeado de los otros que formamos el todo, y que junto con los años vamos pasando así, como los años, como ese tiempo que como se ha dicho todo olvida pero no todo lo cura, es falso; el tiempo se ha encargado de dormir nuestras conciencias, de hacer pensar mas afuera y menos adentro, de creer que si todo lo tengo todo lo soy, de pensar que si todo lo creo, tonto soy y de creer que la confianza en el ser, ese que somos; esta mas devaluada que nuestra moneda y que el respeto entre los hombres, y que la mano tendida, el saludo matinal o el “lo que se te ofrezca” dicho desde el corazón serán determinantes del no llegar a tiempo en el vivir de prisa tomando el autobús a ningún lado.
Cuando la conciencia duerme el corazón del hombre late un poco menos, cuando se olvida que todos estamos irremediablemente unidos por el simple hecho de ser, cuando el cerrar la puerta de la casa es más rápido que la ayuda pedida por el “inoportuno peregrino” que osó llegar a nuestra casa solicitando la ayuda acostumbrada; cuando el peso ganado con argucias a dejado temblando la buena fe de una persona, o cuando el ahorro desentendido deja sin trabajo a un ser humano dando cabida a la reingeniería y a la eficientizaciòn de los procesos de administración.

Cuando la conciencia duerme, estamos solos; el alma de la gente hormiguea de entumecimiento, e irremediablemente se rompen las cadenas; esas que formamos todos y los niños de antes gritan a los adultos de hoy que aun queda algo digno de rescate, y entonces esos gritos nos reclaman que un día las manos estuvieron limpias, que el corazón fue sano y el abrazo nunca se escondió tras la estructura de un negocio o de alguna operación financiera; el apretón de manos no era mas que una extensión de la sonrisa y que el tiempo transcurría a nuestro favor y no en nuestra contra.

Si la conciencia esta dormida, el atroz somnífero de la indiferencia colectiva corre entonces por tus venas y derrumba tu cabeza a cada instante. 
Habrá muerto poco a poco cada día ese niño que fuiste, ese que sí recordaba el nombre de su vecino, ese de la sonrisa franca, ese de las manos limpias. 
Y entonces el “humano” vivirá pero el “ser” se habrá ido para siempre.

Sé conciente, todos somos “otras personas”... igual que tu.
Que a nadie nos pase. De todos depende.

Héctor Flores

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